10/23/2010

¿Cómo hará el amor un viejo?

Era su primer día de trabajo, llegó a tiempo, estaba nerviosa, llevaba el pelo alborotado, recogido con una cola, su cara angelical, el uniforme ceñido al cuerpo, marcaba su figura y sus curvas, la pollera corta dejaba ver sus piernas estilizadas, y su andar distraído delataban sus 18 años recién cumplidos.
Estuvo toda la tarde muy ocupada, tomando las órdenes, sirviendo café, limpiando las mesas, estaba tan mareada por ser el primer día que se equivocó varias veces de mesa y se sintió avergonzada por no recordar quién le había pedido que cosa.
Cuando se acercó a su mesa le llamó la atención lo concentrado que estaba en su trabajo. Tenía su portátil en frente, libros a los costados, y papeles sueltos que consultaba a menudo. Se acercó y le preguntó qué deseaba tomar, él le respondió: - café- , sin levantar la mirada, - ¿Algo más? -Preguntó ella, él negó con la cabeza, y siguió escribiendo apresurado. Ella regresó con la bandeja, y se tomó un tiempo prudencial para dejar una por una las cosas sobre la mesa, mientras husmeaba entre los papeles y libros apilados de este misterioso caballero. Alcanzó a leer el título del libro que estaba primero, “Memoria de mis putas tristes” Gabriel García Márquez. Le llamó la atención el título del libro y la foto de la portada, un viejito de espaldas vestido de blanco. Los papeles eran casi ilegibles, parecían anotaciones dispersas. Se alejó de la mesa pensativa, intrigada por el título del libro. La mandaron a ayudar a la cocina y cuando volvió el caballero ya no estaba, se lamentó por no verlo irse, tampoco lo había visto llegar.
Al otro día llegó más tranquila al trabajo, ya sabía como debía servir y tomar las órdenes, después de todo este era su primer trabajo y no lo había hecho tan mal. La tarde estuvo tranquila no había mucha gente y el dueño le pidió que ayudara en la cocina, cosa que la entristeció, ella quería estar atenta por si venía otra vez el caballero misterioso, se fue sin más remedio y al cabo de una hora el dueño le pidió que atendiera al caballero sentado en la mesa frente a la ventana. Se sorprendió al verlo otra vez ahí, la misma mesa, la misma concentración, el portátil, los papeles, todo. Marie se acercó nerviosa, y le preguntó: ¿Qué desea tomar? – Café – dijo sin levantar la vista del portátil. -¿Algo más? Negó con la cabeza. Se apresuró a traer la bandeja, colocó todo sobre la mesa muy lentamente, husmeó de nuevo pero nada había cambiado desde el día anterior. Marie colocó el plato de galletas estratégicamente bien cerca de las manos del caballero, él al verlo levantó la vista, la miró a los ojos por primera vez, tenía una mirada turbada, profunda, sus ojos marrones brillaban, ella se sintió intimidada, pero aún así, pronunció las palabras que había ensayado muy bien mientras preparaba la bandeja. –Es cortesía de la casa- dijo sin ruborizarse por decir aquella mentira. Ella aún tenía esa frescura y espontaneidad de la adolescencia y podía mentir sin que se le notase. De la misma forma que le mentía en su edad al tipo de la puerta para que la dejase entrar al club nocturno y se sentía segura, ya que las curvas de su cuerpo avalaban dicha afirmación. El caballero bajó la vista y siguió escribiendo.
Ella lo observaba desde lejos, lo veía tan sumergido en su mundo, en sus papeles, sintió tanta curiosidad por aquel libro, que con su primer sueldo pasó por la librería y lo compró. Lo leyó casi de corrido, se trataba de un hombre de 90 años que el día de su cumpleaños quería pasar una noche de amor loco con una adolescente virgen. Marie al ver la foto de la portada se sonrió y pensó:- ¿Cómo hará el amor un viejo? Por algún motivo ese libro la transformó, algo en su interior había cambiado, era como si se sintiera más cerca de ese caballero misterioso. Tomó una libretita y le escribió unas palabras, las primeras que se le vinieron a la cabeza.
Atardecía ya en un lunes muy atareado, Marie no dejaba de observar la mesa junto a la ventana, estaba bastante torpe y distraída, el dueño la mandó a preparar café para que descansara un poco. Cuando volvió con la jarra llena, el caballero misterioso ya estaba allí sentado, siguiendo su rutina habitual, Marie se apresuró a acercarse a la mesa y tomar su orden, pero estaba tan ansiosa que le preguntó: ¿Sólo café negro? El caballero afirmó con la cabeza sin levantar la mirada del libro que Marie había leído el fin de semana anterior. Sirvió el café y se quedó parada un momento titubeando hasta que al fin las palabras salieron de su boca:- Es un libro muy conmovedor, me encantó leerlo- El caballero levantó la cabeza intrigado y le respondió: ¡Lo es! Luego agacho la cabeza y siguió con su lectura. Era la primera vez que él le hablaba mirándola a los ojos, su voz ronca, su mirada turbada, hicieron que Marie siguiera un impulso, del que no se arrepentiría jamás. Le entregó la cuenta al caballero y debajo escribió el pequeño poema que había escrito inmediatamente después de leer el libro. Se alejó cautelosa y espió detrás del mostrador para ver si lo leía. Pero la vigilia duró poco. El dueño al verla sin hacer nada la mandó a limpiar las mesas y a ordenar la cocina. Cuando volvió él se había marchado, miró sobre la mesa y se sorprendió al ver que el papel tampoco estaba, y sonrió por su triunfo.
Desde ese día, como una rutina, cada crepúsculo era igual, el caballero tomando sólo un café, sumergido en su mundo, ella mirándolo desde lejos, dejaba la cuenta y el pequeñito poema diario, que era recogido por él antes de marcharse. Marie se empezó a interesar por la poesía, buscaba libros, los leía, practicaba y perfeccionaba su estilo, para entregarle cada día algo mejor que el anterior. Era como una especie de caricia diaria, un estímulo que le ofrecía a su caballero, para atenuar su incertidumbre. Quería susurrarle al oído las palabras justas para continuar con su novela, como hacen “las musas”, inspirar al escritor y darle ánimo para seguir cuando esta bloqueado.
Pasaron varios meses, hasta que un día el caballero faltó a su cita, Marie se quedó sin entregar el poema, y los días que siguieron igual, el caballero no regresó por su café. Triste y resignada pensó: Ya terminó la novela.
Marie continuó escribiendo, ya no para él sino para ella misma, con su estilo ya definido, llenó varias libretas con poemas, que le ayudaron a cambiar su mirada en la vida, ya no era una chica frívola e insegura, ahora su vida tenía un sentido, quería ser escritora, de eso no cabía duda.
Un día al pasar por una librería, se sorprendió al ver la foto en la portada de un libro, era una chica, con el pelo suelto, con una blusa lila, y falda corta, caminando con un libro apretado a su pecho, mirando al cielo con lágrimas en los ojos, y la silueta de un pájaro se veía en el cielo. Miró bien el rostro de la chica, era un dibujo, realizado a mano, se sorprendió al verse a ella misma, como si fuera un retrato suyo, su color de pelo, su nariz, sus labios. Leyó el título del libro “A volar”, buscó el nombre del autor, pero no lo conocía. Entró a la librería, y al ver la foto del autor, se sintió sofocada, era su caballero misterioso, compró el libro, lo devoró en casi un día. Era una autobiografía del autor, describía como había encontrado a su “musa”, en el crepúsculo de su vida. Ya que ella le había enseñado a vivir, a través de esos pequeñitos poemas diarios que le regalaba.
" Te llamo Mi musa, ya que no sé tu nombre, y por que en realidad lo eres. Tus poemas despertaron el romántico que estaba dormido en mí. Con los años y los golpes de la vida, uno se va olvidando de sentir, antes mi cuerpo quemaba, ahora apenas alumbra. Pero mi corazón aún late fuerte, y eso gracias a ti. Me llenaste de vida con tus palabras de aliento, y me inspiraste para encontrar el rumbo que debía tomar esta novela y aquí la tienes, es tuya.
Eras un ángel que iluminaba mi vida cada vez que te acercabas a mi mesa. Te preguntarás el porqué de mi hermetismo, era sólo para no romper la magia, te había idealizado tanto, que no quería hacerte humana, para mí eras Mi musa, pero te observaba desde lejos, sigilosamente como un halcón, tu frescura, tu belleza …”
Marie se emocionó tanto, que sus lágrimas nublaron su vista, tuvo que hacer un esfuerzo para poder terminar de leerlo. Al otro día se levantó temprano y fue a la librería y le preguntó al dueño si tenía alguna referencia del autor, si sabia donde podía encontrarlo. Su sorpresa fue enorme cuando el dueño le dijo que en dos días estaría allí firmando ejemplares.
Salió a la calle algo mareada, emocionada, confundida, entró a varias tiendas hasta que por fin dio con una blusa lila, similar a la del libro.
Llegó a la librería y se sorprendió al ver a tanta gente, tuvo que hacer una fila de casi una cuadra, estaba nerviosa, impaciente, se arregló su cabello suelto, la blusa, y entró al fin a la librería. Su caballero estaba allí sentado, firmando libros, sonriente, su semblante ya no estaba perturbado, incluso se veía más joven, pensó. Mientras esperaba su turno lo miraba, lo admiraba, recordó que jamás pudo verlo de pie, ni caminar, siempre lo vio así, como estaba ahora, sentado, escribiendo.
Cuando le tocó su turno, le entregó su libro, el escritor al verla, dejó de sonreír, se sorprendió al ver su blusa, su pelo, su cara. Ella le sonrió y le dijo: - ¡Me encantó el libro! Él no habló, todavía estaba sorprendido, abrió el libro y escribió con su mano temblorosa unas palabras. Se lo entregó y le sonrió, y apenas pudo pronunciar unas palabras: -Me alegro mucho- Sus ojos se le llenaron de lágrimas. Las personas que estaban detrás de ella comenzaron a decir en voz alta, que ellas también querían la firma del autor, Marie tuvo que salir y darles paso a los demás.
Al salir a la calle, abrió el libro, leyó la dedicatoria, y comenzó a caminar, apretó el libro a su pecho y con los ojos llenos de lágrimas, miró al cielo, recordando una y otra vez las palabras que había leído: “Gracias por curar mis alas, y enseñarme a volar” TU HALCÓN.


 

La inspiración ...


Musa ...
camina a mi lado por este sendero callado...
la luna guiará mis pasos esta noche ...
me alumbrará el camino hacia ese mar de palabras...
debo sumergirme en lo más profundo...
la sal de los recuerdos penetrará en mis llagas...
dolerá y sangrarán mis heridas...
pero emergeré victoriosa...
renovada, en paz...
y con un poema en la mano...
tal vez para tí...