5/20/2011

"Condenado a muerte"


-         ¿Cómo está mi hijo doctor?
-         Señor, su hijo está grave, necesita un remedio que en este momento no tenemos en el hospital, debe conseguirlo urgente, no podemos perder tiempo, cada minuto que pasa sin que su hijo reciba ese remedio le significa un retroceso en su recuperación.
-         ¡Doctor, yo soy desocupado, no tengo dinero para comprarlo, y por lo que dice, me imagino que ese remedio debe ser carísimo! ¿Cómo hago para conseguirlo?
-         No lo sé señor, pida prestado, consiga el dinero como sea, de eso depende la vida de su hijo, nosotros ya nada podemos hacer, ahora todo está en sus manos.

Salí del hospital, casi no reparé por dónde caminaba, fui a la casa de mi amigo, tenía la esperanza de que hubiese cobrado algún trabajo.
-          Beto, ¿Qué hacés?
-          Hola, vengo a pedirte plata prestada, mi hijo está internado, el doctor me dijo que si no le compro el remedio se muere.
-          No tengo, te juro que si tuviese te la daría sin dudarlo, pero sabés que estoy en la misma que vos, me quedé sin trabajo, pero …  mirá, si te sirve, yo la tengo guardada para casos como estos, casi nunca la uso, a vos te puede servir.
-          Pará, ¿qué hacés? ¡Yo no sé usarla!
-          No hace falta saber nada, sólo apuntá al tipo y listo, siempre funciona, ellos se asustan y te dan la guita sin problemas.

Me fui confundido, no sabía qué hacer con eso que llevaba en la cintura. Yo no quiero plata, yo sólo necesito el remedio. Entrar así a una farmacia a pleno día, es muy arriesgado, pero ya no puedo esperar más.
Encontré una alejada del centro, y entré.
-          ¿Tenés este remedio? ¿decime lo tenés?
-          ¡Esperá! ¿Qué hacés? Dame la receta.
-          ¡Tomá! ¡Buscá rápido, mi hijo se muere!
-          ¡Sí, sí, lo tengo, esperá que lo busco!
El empleado bajó la mano, creí que buscaba el arma, me puse nervioso, no pensé, sólo disparé, le dí en el corazón.
Cayó al piso con los anteojos en la mano, eso buscaba no su arma.
No me dí cuenta en qué momento la farmacia se llenó de gente, todos gritaban, yo seguía con el arma en la mano, oí el ruído de las sirenas, me acordé del hospital, de mi hijo, mientras me esposaban, miraba al tipo tirado en el  piso. Me dije: ya no soy el que antes era, he matado a un hombre.


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